La glándula pineal ha suscitado desde siempre un gran interés. Descartes decía de esta pequeñísima glándula, alojada justo en el centro de nuestro cerebro, que era el «asiento» del alma y el núcleo donde se gestaban todos nuestros pensamientos. No falta quien habla también de esta estructura como nuestro «tercer ojo», ese vórtice energético que nos ofrecería un tipo de percepción que iría más allá del sentido de la vista.
Ahora bien, dejando a un lado estas perspectivas místicas o espirituales y su tradición algo colorida, la glándula pineal o la epífisis cerebral encierra en sí misma, una función tan interesante como enigmática. Regula nuestros ciclos, nuestros ritmos circandianos, la entrada a la madurez sexual e incluso muchas de nuestras sensaciones. Es una estructura tan singular como fascinante.